Después del análisis exhaustivo de todos los medios y redes de información, además de la escucha y la intervención en conversaciones de café; he descubierto que, actualmente, hay una corriente que ataca el término apego dándole una connotación negativa y errónea.

Es desconcertante ver la cantidad de vídeos, artículos, conferencias o talleres, hechos incluso por profesionales del ámbito de la salud que asocian el apego a un sufrimiento devastador, a algo que te resta felicidad, que te hunde en relaciones dependientes… En definitiva, defienden que este vínculo contribuye a la existencia de problemas socioemocionales y psicológicos.

Ante esta situación de desconocimiento total y la propagación de ideas socialmente problemáticas, he decidido escribir este post para ofrecer información veraz y positiva sobre el tema y romper con todas estas ideas que machacan un vínculo tan fundamental para todas las personas.

En primer lugar, es importante conocer la teoría del apego para entender a qué nos estamos refiriendo. Ésta ha sido estudiada por muchos autores que defendían que como seres sociales necesitamos contar con vínculos afectivos con los demás; y esto se ve reflejado en la búsqueda constante de cercanía con los otros, los cuales nos ayudan a establecer una base segura para así poder enfrentar entornos desconocidos o amenazantes. Este vínculo de seguridad fue lo que Bowlby (1986) definió como apego.

El apego se crea en la infancia a través de las primeras experiencias con nuestras figuras de referencia (padres,tutores) y es esencial porque actúa como parte fundamental del desarrollo socioafectivo y personal del niño/a, dando lugar a sentimientos de valía personal (autoestima) y confianza, además de determinar y instaurar los patrones relacionales en la edad adulta. Es decir, como defendieron Hazan y Shaver (1987), el estilo de apego aprendido en la infancia se mantiene en las relaciones adultas, influyendo en la forma de ver y demostrar amor a tu pareja.

Estos patrones relacionales pueden dividirse en 4 estilos de apego, equiparables a los que se dan entre los niños/as: seguro, ansioso, evitativo y desorganizado. A grandes rasgos, las personas seguras se sienten a gusto en situaciones de intimidad y suelen ser cálidas y cariñosas; las ansiosas anhelan la intimidad, tienden a obsesionarse con sus relaciones y acostumbran a dudar de la capacidad de su pareja para corresponder a su amor; las evasivas, en cambio, equiparan la intimidad con una pérdida de independencia y se esfuerzan constantemente en evitar el acercamiento; y las desorganizadas, tienen una idea negativa tanto de sí mismas como de los demás, con una alta ansiedad y evitación en las relaciones.

Después de la explicación de la teoría del apego y de los distintos estilos, queda claro que el apego es indispensable para formarte como persona social y formar vínculos sanos.

Entonces…

¿Por qué hay una guerra contra este concepto y se le da una visión negativa al vinculo emocional?¿No se puede necesitar a la pareja en ciertos momentos? ¿No podemos mostrarnos vulnerables en nuestra relación de pareja?

Al final con todas estas ideas erróneas, se está haciendo apología a la desvinculación emocional, al estilo de apego evitativo, a lo que muchos llaman «no apego» o «vivir sin apegos»; en definitiva, a la evitación de la intimidad y la cercanía emocional. Se está aplaudiendo y ensalzando una independencia y autosuficiencia excesiva que puede crear, al final, problemas emocionales y de personalidad  muy importantes.

Creo que muchos de los profesionales que hablan del tema no han sabido encontrar el equilibrio a la hora de establecer relaciones saludables. Y por huir y acabar con problemáticas relacionales como la Dependencia Emocional, están promoviendo la autonomía excesiva y el control de los vínculos; se están alabando actitudes que contribuyen a la creación de personas emocionalmente distantes, que no disfrutan de las relaciones sociales y buscan la soledad de forma rutinaria, como figurantes de una película que no sienten. Personas que viven aplanadas afectivamente.

En definitiva, la clave está en aprender a relacionarnos desde la RECIPROCIDAD EMOCIONAL,  el punto intermedio y sano entre la desvinculación afectiva y la dependencia emocional. Un punto donde la persona es capaz de pensar, sentir y tomar decisiones por ella misma, expresando asertivamente sus necesidades emocionales y respetar las de su pareja; sin tener miedo en buscar su apoyo y mostrarse con sus virtudes e imperfecciones, expresándose realmente  desde la honestidad en sus relaciones próximas.

 

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