En este nuevo post, reflexionaremos sobre la influencia que tiene el amor romántico y su educación en las mujeres; hablaremos sobre si nuestra forma de relacionarnos con los demás es únicamente fisiológica o el ambiente sociocultural tiene un papel bastante influyente. ¿Preparadxs?

Desde pequeñas nos educan para buscar a un príncipe azul que nos proteja y nos salve de los peligros; nos empujan a comer perdices y formar una familia a quien cuidar y servir ¿Y cuál es la explicación? ¿Qué las mujeres somos evolutivamente más empáticas? ¿Qué nuestra función biológica es la del cuidado y la comprensión?

Día a día, nos dicen que debemos encontrar nuestra media naranja, una persona con quien fusionarse para ser COMPLETA. Esto crea una pseudosimbiosis, es decir, se pasa a ser uno donde había dos personas, cambiando la propia autonomía por una única conciencia que vive y decide.

Hollywood, Disney, la literatura y los medios, incluso nuestro seno familiar nos influyen para encontrar esa otra mitad. De la otra forma vivimos encerradas hasta que llegue el verdadero amor; aquel que nos libere y nos indique el camino que debemos seguir; porque si no, estamos perdidas, a la deriva de una vida que no nos corresponde, que no es nuestra.

Además, nos presentan patrones relacionales muy inflexibles y nocivos: Relaciones heterosexuales donde ELLA dulce, pasiva, dependiente, esperando en su castillo a ser salvada, y ÉL, independiente, fuerte, valiente, seguro de sí mismo, y a veces con toques de chulería, que por amor cambia y se convierte en la persona perfecta para ella (o la persona que ella esperaba que él fuera).

Ellas, pocas veces, son las verdaderas protagonistas. Por ejemplo, la bella durmiente se pasa toda su vida dormida en una cama, sin voz, quieta, esperando a ser rescatada por él, el autentico protagonista del cuento, el hombre de acción. Pero a éste, se le obliga a escalar montañas, a matar dragones, a convertirse en sapo, a reprimir sus miedos por una desconocida; en definitiva, a ser un príncipe basado en un modelo limitado.

Y, ¿Cómo se describe al resto de mujeres de la historia? Como madrastras malvadas que compiten con la «protagonista» por ser la más bella del REINO; brujas caracterizadas como mujeres mayores o hermanastras que se pelean por el amor de un príncipe fetichista de pies.

Todo esto conforma y construye nuestras creencias sobre las relaciones románticas y perpetua roles de género afectando a nuestra forma de actuar y relacionarnos con los demás. Pasamos la vida esperando a que aparezca esa persona que dé sentido a nuestra existencia; priorizando el amor sobre nuestros intereses o nuestro trabajo y, en definitiva, sobre nosotras mismas.

En estos casos, lo importante es ser consciente de la educación que recibimos sobre el amor y elegir vivir relaciones sanas, promoviendo una forma de querer, donde la máxima es quererse a una misma, fomentando el desarrollo del potencial propio, y respetando las propias decisiones y las de los otros. Buscarse a una misma y pasar del “ser de” al “estar con”; ya que pertenecer a la pareja es volverse totalmente semejante a ella y renunciar a la propia individualidad.

Y para acabar este artículo, no diré eso de “y fueron felices y comieron perdices” final común en los cuentos de princesas salvadas por caballeros de reluciente armadura, sino que prefiero terminar diciendo… “y fue la princesa la que se salvó y se rescató a sí misma», haciéndose preguntas como ¿Quién soy?, ¿Qué quiero?, ¿Dónde voy? y ¿Con quién? sin necesidad de que ningún príncipe azul le ayude en el intento.

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